todo
lo que no he conseguido ser para mí.
Te
han vestido de primavera
y
has dormido encima de tumbas repletas de flores
mientras el cuervo de tu corazón
observaba cómo llorabas al amor.
Te
han puesto del peor invierno que pasó por su bufanda
por
culpa de ese maldito olor
a
querer vivir en tus pestañas
cual
deseo ansiado de tropezarse
con
la primera ráfaga de viento que llevase tu nombre.
Has
sido el estribillo de una canción,
eso
que todo el mundo repite
una
y otra vez
y
que yo nunca me aprendo.
Has
vivido en más poemas que en tu propio cuerpo
y
te han subido a millones de trenes
con
destinos donde nadie te esperaba,
pero
tú nunca bajaste,
nunca
supiste hacerlo
y
lo sé porque conozco la canción que habla de ello.
Te
han mirado más ojos
que
versos se han colado en tu retina
y
mira que es difícil eso de caer en tus manos
pero
para ser libro
hay
que tener un nombre
y
yo lo único que me sé es tu apellido.
Te
has subido a escenarios mientras a mí
me
bajaban los miedos en una cama perdida
que
escondía tu sonrisa,
como
si fueses un monstruo
como
si el miedo
no
se asustara al oírte respirar
por
temor a que inundes al mundo de sueños
y
se acabe la vida en tu planeta
como
ya predijeron los necios.
Tú
corazón ha pasado por más colores
que
gamas tiene un círculo cromático.
Cuando
lo vi por primera vez
tuve
la certeza de escuchar latir al arco iris
y
tú me mirabas
como
se mira la luna de noche
con
cautela
y a millones de besos luz de distancia,
y yo
te intentaba decir
que
no se me da bien componer,
que
apenas tengo ritmo ni métrica
para
encerrarte en un poema,
que
no tengo valor para subirme a un escenario,
pero
puedo armarme de ti si me lo pides,
que
deberías saber que ni siquiera me gustan los trenes
-encierran
demasiadas despedidas para tan poco corazón-
Tenías
que entenderme,
pero
me seguías palpando con miedo a romperme
hasta
que finalmente
pude
hacerte ver
que
seguramente no sepa convertirte en arte,
no
seguramente yo
no sabré buscarte en cada calle de Madrid
y convertirte en estaciones mientras me dedico a hablar
del fenómeno natural que es tu pelo
cuando se enreda en el recuerdo de quien te observa pasear,
pero
lo que sí es cierto
es
que desde que te vi cruzar aquel paso de perdedores
tuve el sabor de la victoria a escasos metros
y de repente me convertí en Neruda
en Pedro, Aleixandre,
Benedetti, Ray,
fui invierno queriendo arrasarte,
fui cantante, poeta,
monologuista de tu vida,
fui patética, escéptica a cualquier término relacionado con tu pecho,
fui un libro, un verso,
el escenario donde te subías y yo te sostenía mientras triunfabas,
de repente me convertí en Maya y dije que el mundo se iba a acabar
cuando tú bostezaras.
Fui el todo
de tu nada.
Fui la piedra
donde tropezabas
y tú la chica que no supo bajar del tren
pero se equivocó de parada.
Y aquí estamos,
mi amor
sentadas en un mismo vagón.
Ahora he dejado de tener miedo a los trenes
desde que viajas conmigo
pero sigo temiendo las despedidas.