Que suene Skinny love y me
quiera suicidar en cada acorde,
no tiene nada que ver con
mi regreso a Madrid.
Tres de tres.
Tres noches de llanto sin
cesar,
de espaldas enfrentadas,
-suplicando en voz bajita,
en tono sábana-
que por favor
parases de llorar.
Que me estás abriendo el
alma
y se está inundando el
corazón,
-y encharcado luego no se
quiere igual-.
¿Quién dijo que nadar
sin salvavidas
era una muerte asegurada?
La puerta del baño suena
como si se abriese un garaje,
te encierras
y Oporto tiene de fondo
tus quejidos impregnados
del jetlag de tus sueños.
Mientras,
mis contracciones
musculares
-en un intento de quitarme
la vida con las rodillas hacia mi tripa-
juraban gritar
si volvían a oírte
llorar una vez más.
El frío había invadido
mis costillas,
y el corazón se había
equipado de una cubierta transparente pero helada,
no quería decir que fuese
inaccesible,
pues tú estabas dentro de
él
y salir era cuestión de
muerte.
La distancia quiso ganarme
la partida
y me dijo Boza que
apostase con ella nuestra suerte.
La verdad,
yo no he sido nunca de
jugar al azar,
pero contigo reconozco que
me he hecho ludópata.
Y otra noche más,
comenzamos a explicarnos
que esta ciudad
deja de ser triste sin
nuestro llanto.
Dos de dos.
Sobreviviremos al día
siguiente, lo juro.
No te dejes engañar por
mi cercanía,
que me has dicho que me
sientes lejos
y es que llevo tatuados
los ciento veinte kilómetros
en cada poro de mi piel,
así que suma.
Perdona,
sólo te pido perdón por
no saber explicarte los motivos,
razones, causas y
consecuencias
de que el invierno se haya
hecho hueco en mi costado izquierdo,
donde tú me besabas para
cerrar la noche
antes de que el cabrón
echara el ancla
Tercera luna,
tercer sol con lluvia,
tercera noche de por
favores,
tercer asalto de: no
llores.
Sólo recuerdo un avión
que fueron dos a la vuelta,
cada una embarcó por la
misma puerta
pero los destinos fueron
diferentes.
Y decirte que me dejé un
trozo de alma encima de tu espalda,
cuando en un intento de
consolarte
me rompiste el escudo con
la última lágrima
Deja de llorar,
por favor,
te juro que a la próxima
quito el candado a las ventanas
y me asomo a gritar,
que todos se enteren de
que la lluvia viene de ti.
Que te vean llover
es peor que verte llorar.
El amor ha decidido
ponerse en mi contra
y crearme dudas donde sólo
había besos.
Vale, que esta vez ha sido
sin venda,
pero a ver ahora quien me
cura sin gasas ni ganas,
sin mases ni espadas.
Quien me va a luchar en la
cama
si no vas a ser tú,
que aquí hay alguien que
intenta convencerme de que el dolor
es necesario sólo si
no duele.
Regresa, inocencia.
Regresa a mí para volver
a empezar a ser yo.
Que desde que vivo con tu
ausencia sólo soy la mitad de mí.
Sólo la mitad de ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario