martes, 11 de diciembre de 2012

El amor empieza por "E"


Todo lo que vino después, fuiste tú.
Tú, robando mis palabras, 
deshaciendo mis textos.
Tú, olvidándote de todo 
y acordándote de mí.

Fuiste tú, la que invitaste a asomarnos al abismo.
Tú, la que apostaste todo a mi morado
sin saber qué pasaría con tu azul.

En una noche te hiciste conmigo,
en una única noche me sacaste de mí.

Y es que no puedo no pensar que tus manos
no estén hechas de versos,
que hemos tardado tanto tiempo en encontrarnos
que a veces me parece un suicidio.
Que has tardado veinte años en felicitarme la vida
con un “felices tú”, 
porque no estás feliz por la tardanza,
sino por habernos cruzado.
Felices nosotras, que aguantamos la distancia 
soportamos los segundos sin vivirnos.
Felices tú y feliz vida te dieron.
Feliz vida déjame darte.
Felices y buenas noches me gritan tus latidos.

Porque supe que subir al cielo
era escalar por tus caderas,
y entendí que todos los caminos
llevaban hasta a ti.
Me enseñaste que el atajo se escondía en tu clavícula,
y me invitabas a tomarlo empezando por tu espalda.
Me perdí por un tiempo en tus costillas,
hasta que tu voz, en formato susurro, 
me indicaba el desvío.
Me choqué con tu cuello 
y no supe hacer otra cosa que remolonear en él, 
pero tu boca ya gritaba demasiado
y no podíamos hacer mucho ruido.

Así que fui,
llegué a tus colmillos
y mientras me suplicabas que parase,
acelerabas mis ganas de que durásemos más.
Te dejé con la palabra en la boca y unos cuantos quejidos,
yo tomé el rumbo que llevaba hasta tu ombligo.
Te hicieron falta más de dos manos para elevarme contigo,
y opté por buscar un nuevo significado del amor.

Entonces me hiciste entender
que el amor era perderse contigo,
que el amor era algo así como llover. 

Mis hombros no dejaban de tiritar cuando me fui,
y era porque me escapé tan lejos 
que parecía haberme ido de mí.

Y te fuiste conmigo
y nos fuimos de aquí,
de donde viven los humanos,
de donde me pediste huir.

Y vi que el séptimo cielo estaba en mis manos,
y vi que el sexto sentido era acariciarte el alma con mis yemas.
Y bajamos 
y en la noche,
volvimos a subir.

Después de perder la cuenta de mis pulsaciones,
asigné a mi diccionario 
que el amor era la noche antes del domingo
donde me prestabas escaleras para subir hasta tu piel.
El amor era escaparse contigo 
y abandonar el mundo por tu última costilla, 
donde me pedías por favor, que lo hiciera otra vez.

El amor era la mañana de despedida en la que sabía 
que ya
no te volvería a ver.
El amor parece que anda de puntillas,
cuando se trata de comenzar otra vez.

El amor eres tú volviendo cada mañana a la vida,
despertando con tu risa cada parte de mi ser.
El amor es encontrarte en los libros que guardan
las mil formas de volver a empezar, 
a querer.



1 comentario:

  1. hay quienes no podemos hablar con tanta prosa

    conozco historias que tenian algo similar y la seguridad se fue disolviendo con un agua transparente

    la realidad me ha mostrado que tal seguridad en abrazar el aire es la misma que respirar siempre por la bocaa llega un momento en que te sientes sin aire

    se hecha de menos las historias que parecen reales el aire es una sustancia tan compartida que rrealmente cada quien la interpreta

    y si a eso que le llamas amor sea un confluir de caminos... caminos que se tropiezan por mismo andar .... pues el diario vivir es el que encanta en algo mas que un andar

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