lunes, 1 de octubre de 2012

Me llaman octubre, no pretendas saber más de mí


Todos mis octubres rotos hasta que llegaste tú. Abriles robados hasta que me los devolviste. Septiembres dejados a medias en comienzos de lunes. Diciembres cubiertos de frío que quemaba. Febreros bisiestos de veintinueves sin ti. Agostos (re)llenos de libros y noches en las que no aparecías. Meses, semanas, días, horas, minutos, segundos, vidas sin saber ti. Y apareces. Te da por aparecer. Por resurgir de entre las caídas. Te da por subirte a mi mundo sin permiso y con alevosía. Te da por instalarte en mi café de las ocho, en mi media mañana, en mi sobremesa, te saltas mi merienda y te quedas a vivir en mi cena. ¿Y ahora qué? Cómo te explico que mis domingos comienzan a ser astrománticos y eso que son si tu presencia. De qué manera te hago saber que me has enganchado a los andamios de tu piel. Que mis palabras se dirigen a ti . Que cuento las horas para verte. Que a medias distancias, entre regionales y en camas de trenes que parecen hoteles, todo parece posible. ¿Qué dices si te digo que tu jersey me reclama? ¿Qué te parece si nos abstraemos del mundo entre abrazos? Si llamamos a la vecina del ártico. Si empezamos a creer en dios como una multiplicación de dos. Si añadimos a los veintitrés, pasillos repletos de casualidades. Si nos quedamos por un tiempo en el nueve.
Ven, vamos a resumir los encuentros en sonrisas, en saludos de despedida, en rayas y gamas cromáticas, en desayunos y en no-finales de películas. En planes.
Vamos a intentar no resumir nada de esto, que me gustan los detalles que me dejas cuando decides irte después de prometer promesas ahogadas entre quejidos. Que me gusta cuando me dices que qué te estoy haciendo. Cuando piensas en esto como en algo increíble. Que me gustas como casualidad planeada. Como para arañarte los días raros y los malos. Me gusta esto lo suficiente como para esperarte hasta que digas que “no da para más”. Como para multiplicar mi vida en seis y avanzar en el comienzo con el miedo a encontrar un final.
Y qué más da lo que encuentre. Si lo último fue un corazón azul y cedió ante la idea de fundirse con mi morado. Salió verde y de momento no fue rana. 

Ojalá que mis encuentros se llamen tú. 

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