martes, 9 de octubre de 2012

Aprendí que tu forma de odiarme eran sólo las ganas de verme


Te podría decir lo que canta Marwan en sus canciones.
Te podría decir todo lo que me encantas.
Te podría decir de qué manera te echo de menos.
Te podría decir cómo mis semanas parecen meses sin ti.
Te podría decir el recuerdo que me dejas de París.
Te podría decir, te podría mentir y te podría prometer un mundo aparte, un amor del bueno, un “para siempre”, un infinito, un “tú y yo”, pero no. Eso no va conmigo.
Puedo decirte, de verdad, con la mano en mi constitución izquierda que a mí nadie me avisó de esto, a mí nadie me dijo que un 9 de julio iba a romper tus ventanas e iba a entrar como el aire. Nadie me avisó de este cataclismo tan precioso, de este tsunami devastador que ha arrasado con mi desilusión. Me pillaste así, sin nada donde agarrarme, sin escaleras para subir, sin saber donde ponerme a salvo para no dejar que me ahogases con tu verano y con tus maletas. Así, tan vacía que ahora me parece mentira que pudiera seguir viva.
Te prometo que no había planeado nada hasta que te vi. Entonces ahí sí. A partir de entonces puedes creerme, porque realmente no tengo ganas de ninguna cosa que no sea intentarte. Intentarnos.

Hablábamos de cómo en tan poco tiempo habían pasado años por nuestros corazones, casi por nuestra memoria. Nuestros recuerdos parecían datados de décadas anteriores y yo entonces sólo pude creer que no era la primera vez que te veía. Tu cara me suena de algo. Me suenas. Y no sabes lo bien que me suenas. No dejes de sonar, por favor. 
Sí y con "ñ" también.

Cá(n)sate conmigo hoy, 9 de octubre de 2012.
Vuélcate en mi abismo, pequeño mapache de manos frías.

Somos una gama cromática preciosa, ¿lo sabías? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario