jueves, 13 de septiembre de 2012

Se me escapó, pero no se dio ni cuenta



No es una frase cualquiera. No es un detalle cualquiera. No es un libro cualquiera, ni tampoco es una historia cualquiera. No fue cualquier día a cualquier hora. No fuiste ni eres una casualidad cualquiera. Eres lo más parecido a la palabra intensidad que he conocido hasta ahora. Eres lo que más se asemeja a mi sitio de pensar y a mi sitio de gritar.
Yo, que nunca creí que volvería a sentir de esta manera tan inescrutable. Yo, que juré no dejarme llevar por el miedo a perderme otra vez. Yo, que me costaba entender la diferencia entre mostrar y demostrar.
Y yo ahora. Ahora creando urbanizaciones en tu espalda, llenando tus extremidades de vegetación y fauna, dejando que formen nidos en ti, que hibernen en tu cuello. Ahora yo, alquilando cotos privado de (casi) caza con el fin de aniquilar las malas hierbas de tus bosques a base de disparos al aire. Ahora yo, sin armas ni metales, sin más que mis manos cargadas de palabras propulsadas hacia tu clavícula. El día que me muerdas las ataraxias habrás puesto tu bandera de pijama sobre mi manta.
Mi equilibro se tambalea cuando oye hablar de ti. Mis ojos cambian sus paisajes por tus laterales, por los rasgos de tus camisetas, por los arañazos de tu interior, por las mañanas de ausencia.
Mis oídos cambian los susurros que tienen coleccionados por tardes de invierno a tu lado.
Mi piel cambia las caricias que tiene tatuadas con alfiler por todas tus manías.
Cambio París por cualquier rincón contigo.
Llegados a este punto en el que soy capaz de vender mi realidad y mis inquietudes por una inspiración de tus pulmones, cabe entender que casi no estaría dispuesta a seguirte sin dirección alguna.
Déjame decirte que las mejores flechas las guardan tus pies cuando se enfrentan con los míos antes de darme un beso.  

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